“Lucy in the sky with diamonds” – Canción para Juan

Un cuento de Adriana Gershánik

Malvinas Argentinas

Cuento de Adriana Gershánik (Abril 2002)

Malvinas Argentinas

El café se enfriaba, olvidado entre la pila de papeles del escritorio. Andrea estaba inquieta. Tenía la espalda contracturada. Salir del estudio en medio del programa a fumarse un cigarrillo y aflojarse, lo que más anhelaba…ya faltaba poco menos de treinta minutos para cerrar el programa.

La puerta del estudio se abrió. Se quedó inmóvil, sus palabras no fluían.

Gonzalo, el chico risueño y simpático que solía encontrar en los pasillos de la radio, recogiendo y llevando correspondencia, hoy era su entrevistado.

Caminaba con esfuerzo, sostenido por muletas.

-¡Hola!, la saludó con la misma bonomía de siempre, el antiguo cadete de oficina, convertido en sobreviviente de guerra. – “¿Me siento?”

Cinco años habían pasado desde que lo había visto en la radio por última vez. Estaba casi irreconocible. Demacrado, el cabello inesperadamente encanecido, los ojos vaciados de luz, aún conservaban destellos del espanto.

-Contanos tu historia, dijo Andrea para iniciar el diálogo.

Gonzálo comenzó a hablar gesticulando pero, poco a poco, sus ademanes se aquietaron. La memoria de la guerra era palpable.

Lo miraba sin verlo. Sus historias de crueldad y masacre la transportaron involuntariamente a ese escenario macabro.

-”Estuve en un fusilamiento”. “Todos mis compañeros murieron, los vi caer, uno a uno a mi costado y yo también caí, acomodó el cenicero bruscamente, “a la salida del sol…”  

Las lágrimas le brotaban furiosas.

-”No fui valiente como ellos y me dejé caer cuando una bala me dio en el muslo derecho…”

Se llevó las manos a los ojos. Andrea le estiró un pañuelo de papel que él tomó con actitud ausente. El dolor contenido en su cuerpo no lo dejaba proseguir su relato.

-” Juan era uno de tus mejores amigos en el frente, no?” intentó reanimarlo Andrea.

-”Juan era el tipo más bueno y fabuloso que conocí en mi vida… había nacido en Caleta y nunca había salido de su pueblo en el sur. Soñaba con viajar al norte, como el decía, conocer las Cataratas, venir a la Capital, la gran ciudad… De noche, cuando teníamos algún descanso, luego de cenar, escuchábamos radio a escondidas con un “walkman” que había  traído oculto entre mis ropas. Fumábamos un cigarrillo a medias, en la puerta del cuartel, los labios partidos por la escarcha, el viento helado que soplaba sin parar en esas noches interminables en las que no podíamos dormir, a la espera de alguna señal, alguna alarma, algún grito que nos mantenía en vilo…”

-”Juan empezó a tararear algunas canciones en inglés que yo le enseñaba. Las había escuchado mucho tiempo atrás en mi casa. Mi papá tenía una discoteca muy variada.

Andrea asintió con la cabeza. Se había olvidado de que hacía ocho horas que estaba encerrada en ese estudio, sin luz natural. Lo único que quería ahora era conocer la historia de Juan.

-”La señal de radio de Puerto Stanley era bastante buena. A Juan le encantaba escuchar “Lucy in the Sky with Diamonds” de Los Beatles. La cantábamos juntos. Se la traduje palabra por palabra. Estaba asombrado. Me admiraba. Pensaba que yo era muy inteligente…”

“Imagínate en un bote en el río,

con árboles anaranjados y cielos de mermelada,

alguien te llama, tu respondes muy despacio,

es una chica con los ojos de caleidoscopio…”

De nuevo el acceso de lágrimas, más brutal esta vez. La estrofa de la balada quedó flotando en el ambiente. El programa llegaba a su fin.

Andrea le tomó la mano entre las suyas. Se miraron. Era la primera vez que estaban frente a frente.

Aquel muchacho joven, lleno de sueños, vívido en su recuerdo, hoy era un ser atormentado y desvalido.

El estudio se había quedado en silencio. Lo miró como la chica de la canción con sus ojos claros, empañados.

-“Gracias por el recuerdo de Juan y este relato tan sentido…” y no pudo decir más.

La luz roja de cierre de aire se encendió. Sintió que su cuerpo se libraba de un peso. No podía seguir hablando.

Se incorporó, lo ayudó a incorporarse con esfuerzo y se abrazaron.

Las luces del estudio se apagaron. Eran solo un hombre y una mujer, una canción y una historia.