A los 91 años, falleció esta tarde Idelmar Osvaldo Lacunza, toda una institución del ciclismo en Saladillo.
Sus restos son velados en sala B de CESPAZ y el sepelio será este 17 de diciembre, a las 9:30, previo responso en capilla ardiente. Casa de duelo: Marcelo T. de Alvear 3169.
El año pasado, con motivo de sus 90 años recién cumplidos, nuestro Semanario lo entrevistó y, a modo de homenaje, recordamos su testimonio: Manos engrasadas, curtidas por el rigor del trabajo, y poco más allá, como si se tratara de una extensión de su brazo, una horquilla que espera ser reparada. Las manos pertenecen a un hombre mayor, simpático y sencillo por cierto, que tiene la experiencia suficiente para arreglar esa pieza tan imprescindible en una bicicleta. Ese veterano, dueño de una lucidez envidiable, es nada menos que Idelmar Osvaldo Lacunza, que llegó a los 90 años el 8 de agosto de 2020 en su Saladillo natal, ciudad donde también, desde hace más de 7 décadas, desarrolla el noble oficio de bicicletero.
“¡Son 90 bien llevados, muchacho! Nada de vicios. Llevar una vida sana es importantísimo”, resumió el querido Osvaldo en su taller, rodeado de manubrios, cuadros de bicicletas y cámaras que esperan ser emparchadas.
Tenía 18 años cuando se inició en el rubro. Estuvo un tiempo en La Plata trabajando junto a unos amigos hasta que le vendió la bicicletería al recordado ciclista Jorge Bátiz, por entonces campeón mundial.
Tras su regreso a Saladillo, Osvaldo se instaló sobre avenida Rivadavia entre Roca y Sojo, local que conserva actualmente. Lo hizo en sociedad con su hermano Andrés, que era dos años mayor. Tiempo después, aquel se dedicó a las motos y él siguió con la bicicletería.
Su paso por el ciclismo
Tenía alrededor de 17 cuando Osvaldo empezó a dedicarle tiempo al ciclismo competitivo, logrando notables resultados. Entre sus palmarés, se destacan la Doble Cañuelas, una carrera que contó con la participación de 350 corredores. Fueron 130 km de ruta entre Lobos, San Miguel del Monte y Cañuelas que tuvieron a Osvaldo como protagonista, quedándose con el primer puesto.
“Recuerdo que corrimos con un viento en contra terrible. ¡Correr en ruta es bravo! Por suerte, estaba todo asfaltado. Fue algo impresionante. Mucho público siguió de cerca esa competencia”, evocó.
También, entre otras grandes victorias, conserva en su memoria el Gran Premio Aniversario de Tapalqué en los años ’50, una competencia contrarreloj de 120 km, y el Campeonato Argentino de Ciclismo en Buenos Aires, que se corrió bajo una lluvia torrencial. En la patria chica, cómo olvidar las diez vueltas a Saladillo Norte.
“No soy de alardear, pero creo que fui buen ciclista. Gané muchas carreras. Por razones económicas, tuve que alejarme. Para ser ciclista de competencia, había que entrenar todos los días y vivir para eso. Desde entonces, me dediqué de lleno al trabajo”, contó Osvaldo, que corrió aproximadamente hasta los 22 años.
“Saladillo me ayudó mucho”
La vida también le dio a Osvaldo una familia, tras casarse con Luján María Castellano, que lo acompañó durante 70 años, y de esa unión matrimonial nacieron Adriana y Oscar.
Leal al peronismo, siempre se manejó con mucho respeto hacia los adversarios. “Con todos, me he llevado bien. Todos somos argentinos y siempre hay que reconocer lo bueno y lo malo”, aseguró.
El tiempo pasa y Osvaldo, como si se tratara del primer día, sigue eligiendo el mismo oficio. “La bicicleta es una medio de locomoción que no pasa de moda. Es económica, no contamina, hace bien a la salud. A mí me ayudó muchísimo y ahora también, a pesar de esta pandemia –algo nunca visto en mi vida–, me sigue dando satisfacciones”, expresó.
“Con las nuevas, me llevo bastante bien. Los materiales tienen otra calidad. Eso sí: serán muy modernas, pero pedalear hay que pedalear igual”, aseguró entre risas Osvaldo, que todos los días se traslada en bici desde su casa en el barrio Apeadero hasta el taller.
“Tengo clientes de hace 50 años y si puedo dar una mano, la doy de corazón. Trato de ayudar en lo que puedo. No todo es dinero en la vida. Mucha gente viene a saludarme y eso me pone contento. Saladillo –aseguró Osvaldo visiblemente emocionado– me ayudó mucho. Nunca me faltó trabajo ni tuve problemas con nadie.”