Christian Arín, el detectorista de las pampas

Desde hace siete años, este saladillense realiza un trabajo verdaderamente arqueológico. Se mueve por taperas, almacenes derruidos, lagunas, arroyos o montes en busca de restos del patrimonio cultural de la zona

A Christian Arín se lo conoce en la ciudad de Saladillo por sus actividades comerciales, por ser el propietario de El Trébol, la despensa de la esquina de Almafuerte y Cabral.

Además, por ser uno de los integrantes del Mercado de Pulgas. Pero este comerciante local tiene, además, un hobby singular: es detectorista, es decir, un “buscador de tesoros” enterrados.

El detectorismo, en sentido amplio, es un concepto antiguo, porque se basa en la búsqueda de objetos valiosos, especialmente en la playa. De hecho, en California, Estados Unidos, desde comienzo del siglo XX se llamó beachcombers a quienes intencionalmente se acercaban al mar con intenciones de encontrar objetos perdidos o provenientes de naufragios.

Esa palabra, que en español significa “peinadores de playa”, remite justamente al acto de inspeccionar minuciosamente cada rincón, y de cavar cuando se tiene alguna corazonada.

Christian Arin

Gracias a las innovaciones tecnológicas, a la invención del detector electrónico, el trabajo se tornó más rápido, ya que este aparato emite un sonido cuando pasa por encima de una pieza metálica, aunque esta estuviera enterrada varios metros. Si bien estos aparatos en sus comienzos eran usados por militares, por ejemplo en la ubicación de minas antipersonales, hoy se comercializan libremente. 

Más cerca nuestro, en el ámbito rioplatense, es habitual encontrarse con “bichicomes” (como se traduce al lunfardo el hobby anglosajón) en la costa de la antigua ciudad de Colonia del Sacramento.

Pero, por lo dicho antes, no es necesario irse de Saladillo para encontrar a un detectorista apasionado y sus historias sobre sus pequeños tesoros. Desde hace siete años, Christian se mueve por taperas, almacenes derruidos, lagunas, arroyos o montes en busca de restos del patrimonio cultural de la zona. Ha encontrado decenas de antiguas botellas, monedas, herramientas, elementos decorativos, anillos, o trozos de cerámica que tienen mucho más que un siglo. “El detector es el primer paso: uno cava ante su aviso, pero al cavar encuentra cosas de cualquier material. O sea, un pedazo de chapa te puede llevar a una porcelana de comienzos del siglo pasado. Simplemente porque estaba al lado”, señaló. 

Cuando profundizamos en sus motivaciones, Christian Arín explicó que su trabajo es verdaderamente arqueológico: “Cuando encuentro algo que sospecho que tiene un valor histórico dedico horas y horas a conocer su función, su uso, o su importancia en la sociedad que lo utilizaba. A veces se puede tratar de una botella que se tomó en una pulpería y cuya marca me era desconocida, pero he llegado a toparme con curiosidades como figuras religiosas extranjeras. Considero que mi trabajo es complementario al de un arqueólogo, que podemos ayudarnos mutuamente, porque a su conocimiento profesional yo puedo añadir el uso del detector y además estoy familiarizado con la zona”.

Nos contó acerca de un santo de madera, de unos veinte centímetros, encontrado en un monte: “Estaba como en un cofre de ladrillo, para ser preservado. De acuerdo a mis averiguaciones, tiene cerca de 250 años, y ese tipo de tallado viene de Brasil, de Salvador de Bahía, por más que lo haya encontrado acá cerca”.

Arín indicó además que está dispuesto a trasladarse con su equipo de detección para seguir las corazonadas de personas de la región: “Inclusive si se trata de una anécdota familiar, como una que me contaron sobre un sulky enterrado del que aún no hay noticias… siempre es bueno dirigirse a nuevos lugares. Porque es un hobby, y si no aparece el presunto tesoro aparecerá otra cosa igual de interesante”.

“Me encantaría ser convocado para detectar en antiguas casonas, taperas, campos con historia… No tengo dudas de que podremos encontrar secretos que de otra manera sería imposible de conocer”. Refuerza, deseoso de participar de nuevas aventuras con su detector.