Tres años se cumplen éste sábado 1 de agosto de la desaparición de Santiago Maldonado, quien tras 78 días fue encontrado sin vida el 17 de octubre de 2017. Un caso que conmovió a 25 de Mayo, tuvo en vilo a la Argentina, se saturó de lecturas políticas y acusaciones cruzadas en el contexto electoral, con cuestionamientos a las autoridades, las fuerzas de seguridad y señalamientos de todas las partes sobre las intenciones e informaciones y el “final” respecto al caso.

La causa se reabrió el año pasado. Los 55 peritos oficiales y de parte firmaron de forma unánime el acta definitivo de la necropsia, determinando que murió por “asfixia por sumersión”, que el cuerpo no fue arrastrado ni manipulado, que permaneció “más de 70 días en el agua” y que las microalgas halladas en pulmones, cavidades cardíacas y médula ósea del fémur derecho coinciden con aquellas que existían en el área donde fue encontrado.

Pero familiares y organizaciones de derechos humanos insisten en que la muerte fue a consecuencia del operativo de desalojo en la comunidad mapuche Pu Lof de Cushamen, Chubut. Y hacen foco en el rol de Gendarmería antes de que “El Brujo” avanzara sobre la orilla.

Para la familia Maldonado, el juez Gus-tavo Lleral omitió que se trató de “una muerte violenta”, y aún se preguntan “¿por qué se borraron todos los registros de fotografías y filmaciones de esos ocho minutos que los gendarmes estuvieron en la orilla del río Chubut?”. Han denunciado, entre otras cosas, que las camionetas que usó la fuerza de seguridad federal en el operativo “fueron lavadas” y así se podrían haber destruido pruebas.

Lo cierto es que, reabierta, la causa no tuvo significativos avances. Y ahora ya no cabe sólo la responsabilidad a la administración anterior encabezada por Mauricio Macri y con Patricia Bullrich como ministra, porque el poder Judicial y político actual tampoco dio respuestas.

La ministra de Seguridad nacional, Sabrina Frederic, prometió al asumir el 10 de diciembre de 2019 que habría una investigación interna “por la desaparición seguida de muerte de Santiago a manos de la Gendarmería”. El Ministerio argumenta que la iniciativa no avanza por dificultades en el poder Judicial, a causa de la pandemia.

Claro que, además, hay un cambio sustancial: la Justicia desestimó nuevamente que fuera una “desaparición forzada” para investigar el delito de “abandono de persona”.

Santiago Maldonado

Maldonado había ido hasta ese territorio de la Patagonia desde El Bolsón para solidarizarse y reclamar la liberación del lonko de esa comunidad, el año más tarde apresado Facundo Jones Huala. El protagonista terminó siendo él.

Desaparecido, hubo movilizaciones, reclamos, destacadas voces nacionales e internacionales pidieron saber la verdad, puesto que en principio la Justicia catalogó la causa como “desaparición forzada”, con la fuerte connotación que eso tiene en Argentina, por remitir a las desapariciones forzadas durante la dictadura militar de 1976 a 1983.

Por entonces algunas versiones sugerían que había sido cargado a una camioneta de la Gendarmería, hasta que fue reforzándose la hipótesis de que intentó cruzar el río y quedó atrapado en las aguas.

El rostro de Maldonado, ese joven nómade, tatuador, artista, anarquista, aún hoy se ve estampado en remeras, banderas, carteles, murales… Primero el país se preguntó ¿dónde está Santiago? Una vez aparecido sin vida -tras buscarse en el río y también en diferentes puntos de la Argentina e incluso en Chile porque muchos afirmaban haberlo visto-, ¿qué pasó con él?

Con las certezas de los peritos y las dudas de la familia y muchos otros, han transcurrido cinco años desde la partida de “El Lechuga”, que luego decidió auto-denominarse “El Brujo”, un adolescente punk contestatario que se convirtió en un nómade de ideas libertarias, combatiente del sistema capitalista y la religión, que creía en la autonomía económica y la medicina natural.

Desde el 26 de noviembre de 2017, Santiago “descansa” en el cementerio Parque Paraíso su natal 25 de Mayo. Sin embargo, su historia no está cerrada. Y para su familia, la historia es mucho más que “un caso” que tuvo en estado de tensión al país.