Las piedras: Ayer, cuerpos contundentes. Hoy, recordatorios de dolor

"Parece que fue ayer cuando, en las inmediaciones del Congreso de la Nación, mientras se trataba la ley de movilidad jubilatoria, referentes de espacios opositores al Gobierno de ese momento, expresaban su desconformidad arrojando piedras, rompiendo el espacio público"

La plaza del Congreso, tras los disturbios en 2017

Parece que fue ayer cuando, en las inmediaciones del Congreso de la Nación, mientras se trataba la ley de movilidad jubilatoria, referentes de espacios opositores al Gobierno de ese momento, expresaban su desconformidad arrojando piedras, rompiendo el espacio público y hasta cometiendo episodios impensados, tales como “el disparo” de un proyectil por medio de un mortero.

Lo cierto es que quien arrojo con el mortero, hoy es precandidato y se autodefine como el único perseguido político del país.

Mientras sucedía este nefasto episodio de la democracia argentina, uno de los más oscuros de nuestra reciente historia, el Congreso sesionaba por la movilidad jubilatoria, por un aumento progresivo, paulatino de los beneficios previsionales, para nuestros adultos mayores, aquellos que trabajaron y soñaron con la casa propia, el auto y por qué no ir de vacaciones.

Hace unos pocos días, las piedras, vuelven a entrar en escena, pero las razones son otras.

Quienes las llevan tuvieron otra actitud, reflejan el dolor por la pérdida de un ser querido, fueron más de cien mil. Fue pacífico, fue un gesto de amor, fue la despedida que quedó pendiente, el último adiós. Tal vez fue el paso necesario para comenzar el proceso de duelo, que cada quien atravesará como pueda, cómo le salga, en forma no lineal, con altibajos y con la ausencia del Estado.

Lo cierto es que el ingreso de las piedras que permanecían en la plaza hacia la Casa Rosada, logra invisibilizar la protesta. Bajo la excusa de que van a ser usadas para la construcción de un monumento conmemorativo, lo que se consiguió es que, entre cuatro paredes, quede atascado el dolor de la gente, que es en definitiva, el dolor del país.

Cierta vez escuché que la Argentina tiene una democracia joven, con una infancia triste. La infancia es una etapa crucial en la vida de una persona, en este caso, de una Nación.

Considero que estamos entrando en la adolescencia, donde todo se cuestiona, y es necesario la resignificación de los roles, de nuevas maneras de atender a la necesidades que se plantean.

Algunas de las necesidades se mantienen, son las mismas, porque forman parte de las deudas de la democracia. Tener una casa propia, trabajar en forma digna y con un salario acorde, llegar a fin de mes, poder proyectarse en el tiempo, con estabilidad y confianza.

La clave de parte de la solución es participar en forma activa y consciente peticionar ante las autoridades y expresar la disconformidad y conformidad, frente a cada decisión que nos llene o no de orgullo.

María Laura Spagnolo (25 de Mayo, BA)