Por Jorge Garavento

El Gauchito Gil es un personaje emblemático, popular y legendario profundamente cristalizado en la identidad argentina y como cada 8 de enero, fecha oficial de la muerte en 1878, en Roque Pérez se le rinde homenaje en el paraje El Gramiyal, a unos 5 kilómetros de la ciudad cabecera.

Desde lejos, de observa esa tradición del flameo de banderas rojas, que anuncian la proximidad de una obra de arte tamaño natural, ubicada bajo un pintoresco ombú, diseñada por el recordado escultor Roqueperense, Jorge Caro, ante una iniciativa de Raúl Celma.

Ingresar al oratorio donde predominan las velas rojas, hacen que el aroma a ellas y la ofrenda de los promeseros, transporten al visitante a infinitos recuerdos de la fe popular a esta figura.

Cada año, ni bien se reflejan los rayos del sol, empiezan a llegar jinetes montados en sus caballos de diversos pelajes, principalmente del paraje La Reforma, ataviados con sus trajes gauchos que evidencian su linaje correntino, quienes ensillaron de madrugada, calculando la hora de llegada cuando amanece.

También están las mujeres que vienen caminando, algunas uniendo 40 kilómetros, que peregrinan de madrugada por los desiertos y polvorientos caminos rurales de Roque Pérez, con el único propósito de ir y depositar sus ofrendas ante el santuario del gaucho Mamerto Gil.

Cada año se suman más personas, familias enteras que llegan, se emocionan y rezan en silencio, con devoción y respeto donde se une el encuentro popular y el honroso homenaje al Gauchito Antonio Gil.

Familias veneraron al santo pagano

Roque Pérez, cada 8 de enero convoca, y a todo lo narrado se suman los que acuden caminando desde la ciudad, otros en bicicleta, y aquellas familias que vienen de ciudades vecinas, todos unidos bajo el mismo propósito: llegar y ofrendar tributo en una jornada de fiesta donde la historia del gaucho se hace actual y cobra vida, porque raras excepciones, la mayoría de los concurrentes se queda durante todo el día, compartiendo en unión familiar y en el mejor de los casos en un encuentro de fe con un sostenido y fortalecido vinculo social.

Al paisaje de la llanura, recortado por los montes y sembrados, se le suman los sones del acordeón y el “sapucay”, típico y tradicional grito triunfal del mensú o hachero al derribar un árbol, que se manifiesta como un rezo surgido desde el alma por los correntinos.

Cuando el sol se ubica en el poniente, todavía quedan parejas bailando chamamè, pero paulatinamente los jinetes ensillan sus caballos y regresan a los puestos de las estancias del cuartel 8º de Roque Pérez, buscando cada uno el regreso a su destino inicial, con la irrenunciable promesa del reencuentro en 2022.

La oscuridad de la noche cubre con su manto todo el colorido rojo, tal vez una vela encendida es el único signo de vida dejando atrás el 8 de enero, donde desfilaron por la imagen de Mamerto Gil, hombres, mujeres y niños, agradeciendo y pidiendo su intercesión ante Dios, de acuerdo a la creencia popular, quienes –tal vez- sufran la persecución y la injusticia que vivió hace 142 años, ese gaucho que se reveló y fue injustamente inmolado y hoy está encarnado en la fe de su pueblo.