La comunidad artística de Saladillo de luto

“En mis obras cuento lo que va a pasar, a veces consciente y otras no… Pinto cosas muy abstractas y generalmente la gente ve lo que yo veo”, había señalado no hace mucho en una entrevista

La inesperada e inexplicable muerte del genial Yamil Chandaré a sus jóvenes 52 años, conmocionó a la comunidad artística de Saladillo en las últimas horas.

La infausta noticia fue confirmada este miércoles, luego de que el músico y artista plástico fuera hallado sin vida en su casa.

Sus restos fueron velados en Cespaz y muchos de sus afectos se acercaron a darle el último adiós.

A través de un comunicado, la asociación civil Músicos Independientes de Saladillo lamentó profundamente la partida física del querido Yamil.

“Soy artista plástico de toda la vida, aunque uno se reconoce como tal con el tiempo”, aseguró hace escasos meses, en una entrevista.

Yamil descubrió su faceta artística en la escuela, donde las clases habitualmente se tornaban tediosas y la pintura era su vía de escape: “Me aburría tanto en el colegio que dibujaba todo el día”.

Aunque se consideraba un autodidacta, tuvo oportunidad de incorporar valiosos conocimientos que le sirvieron a lo largo de su carrera: “Cuando me fui a estudiar no elegí Bellas Artes, básicamente porque no quería ser profesor. Creo que uno no estudia para ser artista”.

Cursó la carrera de Diseño, que le brindó las herramientas precisas para comunicar visualmente. Sus referentes son todos los artistas de vanguardia del siglo XX y algunos clásicos como Miguel Ángel y Rembrandt, además de los grandes dibujantes de la cultura pop/rock.

“Soy fanático de la ciencia ficción”

Entre 2004 y 2006, a raíz de un accidente que le ocasionó una quebradura, Yamil dedicó su tiempo de lleno a la pintura y vendió muchos cuadros.

Además, hizo una muestra en el Centro Cultural Borges y la Directora de Medios Audiovisuales, en su crítica, le comentó que era un maestro del color y que dibujaba muy bien, aunque lo disimulara.

“A decir verdad, no sé cuál es mi estilo. Es un poco abstracto/figurativo. Soy muy pesimista, pero mis cuadros tienen mucho color, son alegres. No pinto en óleo, porque no me gusta andar con solventes. Prefiero el agua. Es más: he hecho las pinturas yo mismo, empleando pigmentos. Con sangre, ladrillo y saliva, por ejemplo, hice un rojo infernal. He pintado con cualquier cosa, hasta con tierra y con los lápices labiales de mi vieja. El rímel es fantástico”, contó Yamil a Estudio Abierto, el espacio de la Subsecretaría de Cultura.

En el último tiempo utilizaba acrílico, que es más económico y está disponible: “Pinto capa sobre capa. Por ahí tengo una obra que empecé hace cinco años y un día me levanto y la pinto toda roja. Lo bueno del acrílico es que tiene transparencia y me permite ver lo que está detrás. La rehago. Mi desafío es hacer de un mamarracho, una obra. Soy fanático de la ciencia ficción y toda mi obra se basa un poco en eso. En mis obras cuento lo que va a pasar, a veces consciente y otras no”.

“Generalmente la gente ve lo que yo veo”

Hace más de diez años pintó “Contenedor de conciencia”, tema que se volvió recurrente en muchas películas. “Es transferirse a una máquina. Ahora se le llama transcendencia. No es algo que inventé yo. Isaac Asimov y Carl Sagan ya nos anunciaron lo que iba a pasar. Lo que nunca me imaginé es que iba a ser tan rápido. Dentro de poco, va a haber máquinas para todo”, sostenía Yamil.

“Los relatos de Yamafuerte” (su alter ego), son historias de un personaje que él mismo inventó: “Empecé a contar cómo nosotros y las ciudades nos transferíamos a máquinas. No existen más los humanos. Las plantas se mezclan con las máquinas, conviven”.

“También me gusta mucho el lenguaje. Hago unas tipografías que no se parecen a nada, aunque creo que algo tienen que ver con mi historia familiar. Mi abuelo era sirio y traigo algo de eso en la sangre”, expresó.

“Pinto cosas muy abstractas y generalmente la gente ve lo que yo veo. Y eso es un logro por haber estudiado Diseño. Es una forma de comunicarse. Lo que más me enorgullece no es el reconocimiento banal, sino hacer feliz a alguien cuando ve mi obra.”