Asumió Lula y prometió “reconstruir” Brasil tras el “proceso de destrucción” del gobierno de Bolsonaro

El nuevo presidente, que asumió su tercer mandato con 77 años, afirmó que “el legado recibido es aterrador” y deberán “sacar a millones de personas del hambre y la pobreza”

Lula da Silva saluda, acompañado por su esposa, el vicepresidente y la mujer de éste. (Télam

El flamante presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva (77), aseguró, al asumir su tercer mandato, que su gestión deberá “reconstruir el país” tras el “proceso de destrucción nacional” que ejecutó su antecesor, Jair Bolsonaro, defendió a la democracia como la gran victoriosa en las elecciones e hizo un diagnóstico “aterrador” sobre la herencia recibida en términos de políticas públicas: “Rescataremos a 33 millones de personas del hambre y a más de 100 millones de brasileños de la pobreza”.

El flamante presidente de Brasil llegó hasta la puerta del Planalto acompañado por su vicepresidente y sus respectivas parejas, y una mujer negra le colocó la banda presidencial. Como hicieron Cristina Kirchner y Donald Trump en su momento, Jair Bolsonaro evitó el traspaso de mando y la colocación de los atributos presidenciales a su sucesor.

En el discurso de investidura, Lula enfatizó que su prioridad en política externa serán Latinoamérica, el Mercosur, la Unasur, los Brics y una relación “activa y altiva” con sus principales socios comerciales extrarregionales, como China, Estados Unidos y la Unión Europea.

“Terribles ruinas”

En su parlamento en la Cámara de Diputados ante la Asamblea Legislativa e invitados extranjeros, entre ellos el presidente argentino, Alberto Fernández, Lula aseguró que “el legado recibido es aterrador” debido a la destrucción de las políticas públicas y sobre todo el modelo económico aplicado con el regreso del hambre.

“Dilapidaron empresas estatales y bancos públicos; se entregó el patrimonio nacional. Los recursos del país fueron saqueados para satisfacer la estupidez de los rentistas y accionistas privados de las empresas públicas. Es sobre estas terribles ruinas que asumo el compromiso, junto con el pueblo brasileño, de reconstruir el país y hacer de nuevo un Brasil de todos y para todos”, aseguró el líder del PT, expresidente entre 2003 y 2010.

Y continuó: “Tener que repetir hoy este compromiso ante el avance de la miseria y el retorno del hambre que habíamos superado es el síntoma más grave de la devastación que se impuso al país en los últimos años”.

A pesar de las críticas a su antecesor, el presidente afirmó que no adoptaría un “ánimo de venganza” frente al bolsonarismo sino aplicar la ley con amplio derecho de defensa.

Lula acusó al gobierno de Bolsonaro de haber cometido un “genocidio” con el “oscurantismo y el negacionismo” aplicado en las políticas de salud para enfrentar la pandemia, que dejó casi 700.000 muertos.

Lula sostuvo que la campaña electoral mostró dos proyectos de país y un contraste entre democracia y dictadura y recordó el clima político de los años ochenta tras el fin de la dictadura.

“Bajo los vientos de la redemocratización, dijimos: ¡Dictadura Nunca Más! Hoy, después del terrible desafío que hemos superado, debemos decir: ¡Democracia para Siempre!”, afirmó Lula.

La “rueda de la economía”

El presidente convocó a luchar contra la ley del techo del gasto público y “poner nuevamente en funcionamiento la rueda de la economía” incentivando el consumo interno, buscando una reforma laboral para proteger a los trabajadores cuentapropistas y la reindustrialización basada en el desarrollo de la ciencia y tecnología.

Lula puso como motores de este modelo industrial al Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) y la estatal Petrobras, además de recuperar la política de medio ambiente con Brasil como núcleo internacional de la lucha contra el cambio climático.

“Ninguna nación se ha levantado ni puede levantarse sobre la miseria de su pueblo. Los derechos e intereses de la población, el fortalecimiento de la democracia y la recuperación de la soberanía nacional serán los pilares de nuestro gobierno”, aseguró en su discurso.

Prometió reactivar los sistemas de transparencia gubernamental y anunció que revocará los decretos que permitieron el acceso de armas y municiones a miles de personas. “No necesitamos armas sino educación, libros y cultura”.

Adelantó que las primeras acciones del Gobierno tendrán como objetivo “rescatar a 33 millones de personas del hambre y rescatar de la pobreza a más de 100 millones de brasileños que han soportado la carga más pesada del proyecto de destrucción nacional que hoy termina”.

Lula añadió que su gobierno buscará reparar la deuda histórica con los pueblos indígenas para proteger su territorio de las actividades predatorias sobre todo en la región amazónica y citó la creación del primer Ministerio de Pueblos Originarios.

Silencio por Pelé y Benedicto XVI

La sesión estuvo precedida por el titular del Senado, Rodrigo Pacheco, quien antes de comenzar pidió un minuto de silencio por la muerte de Pelé, mayor astro del fútbol brasileño, y del papa emérito Benedicto XVI, quienes fallecieron el jueves 29 de diciembre y el sábado 31, respectivamente.

Lula llegó al Congreso para jurar como presidente por tercera vez con una lapicera que un seguidor le regaló en la campaña de 1989 en Piauí, estado más pobre del país, cuando se presentó por primera vez a la presidencia. Lula contó que no encontró la lapicera cuando asumió en 2003 y 2007 pero sí la recuperó para 2022.

La ceremonia estuvo vaciada por el bolsonarismo ya que el expresidente abandonó el país el viernes hacia Estados Unidos para evitar el cambio de mando. Tampoco apareció el vicepresidente Hamilton Mourao, quien se negó a pasarle la banda presidencial.

El mandatario, que se ha reconstituido tras la prisión de 580 días sufrida por la operación Lava Jato, donde fue condenado ilegalmente según determinó la Corte Suprema, inició la ceremonia de asunción en la Catedral Metropolitana ante 300 mil seguidores que llegaron desde todo el país.

A bordo de un Rolls Royce descapotable, Lula estuvo acompañado por la primera dama Rosángela Da Silva, con la que se casó en mayo pasado, y su exrival y vicepresidente Geraldo Alckmin y su esposa Lu Alckmin.