25 de Mayo conmemoró los 118 años de la muerte de Francisco Bibolini

La ceremonia se realizó en la Parroquia Nuestra Señora del Rosario, encabezada por el intendente Ramiro Egüen y párroco Carlos Tibberi

Egüen y Tibero con la ofrenda floral

25 de Mayo conmemoró los 118 años del fallecimiento del cura párroco Francisco Bibolini. La ceremonia, realizada en la Parroquia Nuestra Señora del Rosario, fue encabezada por el intendente Ramiro Egüen, que puso una ofrenda floral frente a su busto junto al párroco Carlos Tibberi.

Tras la bendición del Cura, el concejal Hugo Melián interpretó una canción dedicada a Bibolini, el escritor Daniel Tordó reflexionó sobre su figura, y el grupo Belén Anselmo del Papa presentó danzas folklóricas.

Acompañaron a Egüen la secretaria de Gobierno Mercedes Squillaci, la titular de Desarrollo Económico y Producción Jorgelina Herrera, la secretaria de Desarrollo Humano Mercedes Aráoz de Lamadrid, y la directora de Higiene Urbana Gabriela Herrera.

Bibolini, además de su labor evangelizadora, fue inmortalizado en la historia por su encuentro con el cacique Calfucurá. En 1859, 25 de Mayo, por entonces “Fortín Mulitas”, era una población en la frontera con el indio.

Juan Calfucurá, jefe supremo de la Confederación indígena y llamado “Emperador de La Pampa”, durante mucho tiempo saqueó los poblados con sus malones, y fueron incontables las muertes, los cautiverios, las destrucciones y los robos de hacienda que causó.

El 29 de octubre de ese año los habitantes de 25 de Mayo vieron en el horizonte la amenazante hilera de un malón que se detuvo lejos del poblado. Era Calfucurá al mando de 2.000 indios de lanza, cebados en

sus habituales correrías. El pueblo estaba indefenso porque la Comandancia militar se había ausentado, y se sabía que Calfucurá, quien ya lo había arrasado tres años antes, ahora además quería vengarse porque allí un pulpero había matado a un amigo suyo.

Todo era desesperación en el pueblo, en el que desde 1855 estaba el párroco italiano Francisco Bibolini. El cura montó su caballo tordillo y salió a enfrentarse con los indios. Se desconoce de qué hablaron, pero al tiempo lo vieron volver, acompañado por Calfucurá y los suyos.

Esa noche los principales caciques durmieron en la casa del Prroco y fueron agasajados con chocolate, cominillo y tortas fritas. El resto del malón vivaqueó en las afueras y habrá sido una noche larga para los habitantes, pero al día siguiente los indios partieron pacíficamente con muchas provisiones y una numerosa tropilla.

El pueblo se había salvado por la valentía del cura y su poder persuasivo, reza la historia.